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Camino de 1998

pasado, pasado y pasado

Si hay un tema en el que mi confusión vital se agudiza y toma tintes casi dramáticos es en el de mis ex-novias, ex-candidatas y otras chicas. Me las arreglo para mantenerlas cerca, o si no el destino me juega "malas" pasadas. Pero no puedo engañarme, sé que en cierto modo - en mucho modo - a mí me encanta regodearme en el pasado, en la nostalgia, en el "pudo haber sido", y (aún peor) en el "podría ser".

Así, llevado por pensamientos extraños o simplemente por la ausencia de pensamiento he hecho locuras como liarme con Carmen cuando ella tenía novio, liarme con Ali a una semana de irme a vivir al extranjero (¡y pretender salir y ser una pareja!), enrocarme por Martha cuando la cosa no daba más de sí, e incluso andar de cabeza y a cabezazos por Monica.

Todo esto tiene un origen, un pecado original, que fue cortar con Ana. Si no lo hubiese hecho ahora estaría en otra situación. A veces pienso que no tan distinta de la actua, al menos en el plano profesional. Pero no es sólo que dejase a una chica estupenda y maravillos, que me quería de verdad; es que encima desde entonces he ido de mal en peor. Lo que no han sido rollos de verano (algo que no deja de ser antinatural para mí) han sido catástrofes. Todo lo que se puede hacer mal lo he hecho. Algún día tendré que proponerme hacer las cosas bien, en su sitio, en su momento, con la persona adecuada y la predisposición necesaria.

Y además, como tantas otras veces, hay días en los que todo se confabula. No diré contra mí (hoy). Pero sí que es verdad que se juntan sucesos. Con Carmen, la cosa oscila entre sus bobadillas y gestos que, si no la conociese, me harían pensar que me tira los tejos de forma discontinua. Sé que no es eso, simplemente se aburre y le encanta hacer cosas para ver como reacciono, y sobre todo para sentirse la reina del Universo. Luego, Monica aparece y todo se joroba. Con ella vuelve lo peor de mí mismo: el servilismo, el masoquismo, la autohumillación, el arrastre por los suelos. Si 1998 es mi año de referencia, ella es mi 1898, es decir, la catástrofe. Capaz de trastocar mi estado mental y sentimental con solo un gesto, una palabra, una ausencia de palabra. Contar lo que siento y padezco por y con ella sería demasiado largo y además lo tengo demasiado sabido. Pero basta con decir que cuando ella está cerca, me vuelvo peor que un adicto con el mono, haga lo que haga siempre acabo mal, cuando la quiero me rechaza y cuando paso de ella se vuelve encantadora. En cualquier caso, Monica fue, es y será siempre como un arcoiris: precioso en la distancia, inalcanzable cuando trato de llegar a él. Un espejismo que se mueve y desaparece por más que lo busco. Por suerte, la distancia hará lo que yo no fuí capaz.

Y ya para ponerle la guinda al pastel, mantengo el contacto con Agata. Sé que le gusto, no hay que ser un premio Nobel para notarlo. Tuvimos nuestra oportunidad, pero la desaproveché. Mejor dicho, fuí malo con ella, haciéndole pensar que ella me gustaba, cuando en realidad estaba hecho un lío. Lo que yo no hice (aprovecharme) lo hicieron otros. Y sin embargo, dice que vendrá a Barcelona (¿quién sabe?) y no dejo de pensar en que podrá pasar algo... Madre mía, esto si que es anticipación. Y si esto es malo, mañana me voy a cenar con Ali. La cosa puede ir bien, si nos comportamos como personas, nos contamos nuestras vidas y punto; regular, si entramos en la guerra de puyas (es decir, si ella empieza a soltarme puyas); o mal, si nos volvemos locos, como hace un año, y nos liamos y queremos hacer posible lo ilógico.

Y Ana, lejos y cerca. Si me hubiesen dado el trabajo en Madrid, si tuviese otra oportunidad... Sigue siendo la chica perfecta, mantenemos el contacto... ¿Qué pensará ella? ¿Lo considerará si quiera? En cualquier caso, nuestros caminos parece que se alejan ahora mismo. O, al menos, no se acercan. Es "el ideal" de chica. La que sé que me haría feliz, sobre todo porque es a la que yo (quiero creer) podría hacer feliz (como ya lo hice una vez). Y, sabiéndolo, busco chicas que no tienen nada que ver con ella, en mayor o menor medida, e intento que las cosas funcionen como con ella, pero no lo hacen.

Y todo esto sin mencionar los líos pasados que me vienen a la cabeza de vez en cuando, unos que salieron y otros que no, pero que siempre me rondan, como si el pasado fuese lo que hay y no hubiese un futuro, o como si mi ideal en la vida fuese coleccionar chicas como quien colecciona trofeos. La cuestión es que sigo actuando con una mentalidad anticuada, y es la de que cualquier oportunidad que tenga es buena. Pues, está claro que, con mis defectos y problemas, no puedo quejarme de ligar poco. De hecho, las chicas con las que he estado más o menos en serio suelen ser muy apasionadas conmigo, no frías ni distantes. Pero yo sigo actuando como si eso fuese una gracia caida del Cielo, un milagro que no volverá a repetirse. Así, a duras penas digo que no, y si lo hago siempre me quedo pensando en el famoso "¿y si...?". Como si no fuese a volver a haber una oportunidad tan buena.

Pues a ver cuando me mentalizo de que no debo hacer eso. Que si a mí me gusta una chica, también la chica tiene motivos para que yo le guste, y que esto debe ser algo recíproco, no unilateral, y que a mí nadie me hace un favor estando conmigo. Al fin y al cabo, he estado o podido estar con chicas estupendas, guapas, simpáticas, listas e incluso adineradas. Y no puedo llevar el mismo plan que cuando tenía quince años y me creía un gusarapo. No lo soy, y no debo actuar como tal.

Eso, aplicado a otras cosas, lleva al viejo tema de los límites que uno se impone. Sigo pensando (a veces, menos que anttes, pero siempre hay un rumor de fondo) que no sEoy tan bueno. Podría ser mejor, pero si miro dónde estoy, qué he hecho y hacia dónde voy, no hay muchos que puedan considerarse mejores que yo. No es cuestión de caer en el egocentrismo ni en la arrogancia. La arrogancia es mi gran peligro, una droga que me dura poco. El autobombo no me pega ni me satisface. Pero no puedo seguir tirando piedras contra mi tejado, porque siempre hay alguien dispuesto a echarte una mano.

Estas son las cosas que quiero cambiar en mi nueva etapa. Si no me valoro a mí mismo, ¿quién lo va a hacer?

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