Blogia
Camino de 1998

¡otro candado!

Uno pasa el día pensando que no sólo es un Ferrari, sino que además debe creérselo y actuar como tal, no para pisar a los demás, sino para no dejarse pisar, no para hacer que los demás detrás de uno, sino para no correr tras los demás. De pronto, un recuerdo se cuela sin pedir permiso, y me estalla en la cabeza, como a quien le pilla una tormenta en medio de un día soleado. En la calle y sin paraguas.

Un recuerdo de una tarde plomiza, que deseé que fuese de lluvia para no tener que ir a jugar al tenis. Una tarde en la compañía de la chica del pelo larguísimo y rizado, que llevaba ese gorrito que le sentaba tan bien, que me escribió para que la acompañase. Una tarde que se convirtió en una noche, cenando en aquel restaurante italiano que nos vería decir (casi) adiós meses después. Una noche en la que ella aún tenía novio y yo aún mantenía viva una locura. Yo supe entonces (¿y ella?) que aquello ya daba igual. Que si estábamos juntos cenando esa noche y hablando de eso (y de tantas otras cosas) es porque a partir de ese momento seguiríamos nuestros caminos juntos.

Un recuerdo de un día en que todo parecía que saldría bien.

0 comentarios